UN GOLPE DE SUERTE*

Dicen los que dicen saber que el que pega primero pega dos veces, no sé si ese dicho es cierto pero ella, Elena, la pegaba siempre.

Lugar que iba lugar que pegaba golpes. A primera vista era más atractiva que bella, eso la capacitaba para ser el centro de atención en todas las reuniones.

A Mara la actitud de Elena le caía como un golpe en la nuca, pero Elena no lo notaba o hacía que no lo notaba porque se había vuelto inseparable de Mara. ¿Querría molestarla? ¿Para qué? ¿Qué ganaba con eso?

Mara esperaba un golpe de suerte para deshacerse de su compañía. Tramaba formas para que Elena desapareciera de su vida, pero los ardid que imaginaba no los implementaba por temor a que el golpe infligido dañara a Elena en forma definitiva.

Ella quería asustarla, desalentarla para que no siguiera acompañándola dónde iba. Un pequeño susto, apenas un golpecito.

Y ese golpe de suerte llegó el sábado siguiente al festejo de sus veinte años. En su fiesta Mara quedó totalmente deslucida por la presencia de Elena que fue vestida y peinada como si la cumpleañera fuera ella. ¡Qué desubicada es! pensó Mara y ese fue el momento en que decidió cuál sería el golpe de gracia que iba a dar.

Sería un golpe bajo como Elenita se merecía .

El sábado muy temprano Elena avisó telefónicamente a Mara que en unas pocas horas, al mediodía iría a almorzar a su casa, y llevaría ropa para cambiarse para luego ir al cine y a la noche tarde ir a bailar.

Mara trató de decirle que no estaba en sus planes ese programa sabatino, pero Elena no solo insistió en ir sino que le dijo que debería agradecerle ser tan buena amiga, que pudiendo ir sola o con otra compañera, ella la elegía como su compañía favorita.

Mara no solo no le agradeció la invitación, sino que se explayó sobre lo manipuladora que era Elena, le dijo que su personalidad se imponía a todos y a todo sin importar dejar mal parado a los otros.

Elena sintió el golpe bajo en su vientre, acusó recibo, pero antes de desplomarse moralmente por cómo la trataba quién creyera su amiga, le gritó a Mara que era una resentida, una pobre chica, y que ella lo supo siempre y por eso la buscaba porque no sabía si podía lucirse sola como se lucía cuando iba con ella.

Mara lejos de enojarse se dió cuenta lo insegura que era Elena, y cuánto la necesitaba, se arrepintió de haber querido sacarsela de encima y desde el día que mutuamente se confesaron su odio, siguieron golpeándose dulcemente.

*por Susana Martino, directora del grupo teatral JubilHadas.