FOR SALE

Argentina produce alimentos para 400 millones de personas y hay gente con hambre. Frase vieja, gastada y en parte cierta. Porque en realidad es un estimativo ya que la gran mayoría se basa en producción de soja y maíz, que no son para las personas sino para animales que potencialmente consumirían los seres humanos.

En síntesis, producimos comida de sobra para los ciudadanos de nuestro país y de hecho tendríamos que exportar. La discusión pasaría por la manera de hacerlo, si es materia prima o el producto terminado. Lo que requiere un proceso de industrialización.

Pero esa discusión está a años luz de la actualidad, donde felizmente (o eso se supone, porque su inexpresividad es total) Adorni, el vocero de presidencia, explicó que se abrirán las importaciones para alimentos de la canasta básica y se bajarán impuestos respecto a este tema.

En contexto, se reunió el Ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, con supermercadistas y el encuentro no fue fructífero. El Messi de las finanzas objetó que las cifras de inflación (incluso antes de saber que la de febrero dio 13,2%) debería ser sólo de un dígito porque el engaño que hacen los supermercados es poner productos a 2×1, entonces no está al valor de unidad que dicen y eso el instituto que mide la estadística no lo registra.

Los capos de los super lo miraron casi tan extrañados como el nacionalista Trump cuando se encontró con su fanático Milei, es decir, cero respeto.

Es por eso que “en teoría” avanzaron con esta medida. No castiga a los supermercadistas sino que abre la competencia desleal en muchos productos.

Primer aclaración, este Gobierno hace bandera de bajar impuestos. Pero en realidad no sólo que no los baja, que los aumenta o crea nuevos sino que además en este caso la baja de impuestos no es para nosotros, contribuyentes, sino para los importadores que no tendrán por 120 días el cobro de la percepción de IVA adicional e impuesto a las ganancias, una de las trabas que se tenía para comprar algo producido acá y que en definitiva era un ingreso para el Estado. Que debiera volver al pueblo.

Otra aclaración, no se trata sólo de productos de canasta básica. Además de comida y bebida (principalmente bananas, papas, carne de cerdo, café, atún, productos de cacao), esto también afecta a insecticidas, pañales y hasta medicamentos.

Vamos a lo importante, nuestro bolsillo. Esta política consiste en bajar los precios de los productos pero a un altísimo costo, como si quisiéramos calmar el dolor en una pierna amputandonos ese miembro.

Hay productos que se exportan y que quieren cobrar en una góndola nacional lo mismo que en otro país. En lugar de evitar que esto suceda abrir la importación no es respuesta, porque no tendría sentido competir en el ámbito local y bajar el precio si ese mismo producto lo puede seguir vendiendo afuera.

Un ejemplo práctico, la carne se exporta. Si tenés 100 kilos lo vendes al exterior, y si tenés 4 billones de toneladas también. Con lo cual hay que poner un tope, durante el kirchnerismo lo que estaba por encima del tope pagaba un impuesto. El empresario elegía, o lo vendía en los supermercados de acá y resignaba ganar más, o lo exportaba pero iba a tener que pagar impuestos de manera que tampoco iba a ganar más. Bueno, así es como decían que Guillermo Moreno ponía un revólver en la mesa, ahora, en la mesa que más importaba que era la de los argentinos: había carne.

Ahora hacen a la inversa, exporten lo que quieran total metemos productos de afuera. Eso no va a molestar a los grandes exportadores, sino a las empresas más pequeñas y a nosotros. Más simple, empresas grandes más ricas, las chicas quebradas y nosotros con valores dolarizados.

Dolarizados pero con inflación. Porque si aumenta el combustible o la electricidad que utiliza la heladera donde se estaciona el alimento (por ejemplo), el producto se verá afectado en una alza de precio. La cuestión es que otro elemento de la economía, algo tan sensible como los alimentos estarán dolarizados en su totalidad, sin ningún tipo de regulación.

En el mejor de los casos, se destruirá la industria nacional y los precios van a estar “artificialmente bajos” como en parte de la década del 90 ́. 

Pero lamentablemente, la matemática no miente y siempre a los 90´le llegan los 2000.