TESTIGO MUDO

El sábado se llevó a cabo el cierre de “Un café con Perón”, el local gastronómico ubicado dentro del inmueble que funcionó como residencia presidencial del ex tres veces Presidente y de Evita.

Se dio tras el cese de actividades del Instuto Perón por orden del Gobierno Nacional, y tras suspender al locador se decidió rescindir el contrato que tenía hasta el 2027 con el locatario, que era la cooperativa que estaba a cargo del lugar.

¿Por qué se puso foco sobre ello? Por una intencionalidad política novedosa siendo que el Gobierno siempre se quiso llevar puesta la doctrina peronista pero no se había metido de lleno con la simbología hasta este momento en el que envalentonados van por todo.

La Policía Federal, a cargo de Patricia Bullrich quien dijo no ser monto sino de la JP en sus inicios, propició de fuerza encargada de desalojar el lugar y puertas afuera el juego de pinzas lo realizó en conjunto con la Policía de la Ciudad, quien acordonó las calles de Recoleta donde tiene sede el Instituto.

Con este preámbulo describo el hecho anecdótico que dio origen a la editorial. Desde la cuenta oficial de “Un café con Perón” anunciaron que esperaban a todo militante que se acerque al local a tomar un chocolate con churros en el último día que la justicia los iba a dejar trabajar.

Fui hasta el local creyendo que el cierre no iba a suceder, o que gracias a la presión que pueden imponer desde el legislativo y de la CGT el cierre iba a ser por un corto tiempo hasta su reapertura. Cuando llegué me desayuné, no con un chocolate, sino con un operativo policial que incluía varios coches, unidades de infantería e inclusive una ambulancia con el gallo de la federal dibujado en una de sus puertas traseras.

Dos motos policiales frente al ingreso del local, dos personas de civil dándoles indicaciones y un cordón policial en cada cruce de calle.

En las ventanas del frente del local gastronómico, un grupo de militantes se resistían al desalojo. Noté cuando uno se agachó que detrás de él, en una pared interna del edificio, había un retrato del Gral Perón. Mudo testigo de lo que sucedía con su casa.

El general logró tener una omnipresencia que excede los tiempos terrenales. Fue testigo de su vida, incluso cuando de forma contemporánea a ella fueron asesinados compañeros en un basural un día como hoy de 1955. Y él no estuvo ahí, pero estuvo. Ese mismo edificio que desalojaban el sábado fue tirado abajo por la misma infamia libertadora que cargó las armas de los asesinos del basural.

Y Perón no estaba, pero estaba.

Incluso prohibieron nombrarlo pero su presencia se volvió insoportable porque su nombre estaba escrito en los corazones del pueblo que ni tenían que nombrarlo para sentirlo.

El retrato de Perón que estaba detrás del militante que se podía ver por la ventana este sábado, era la figura de un hombre ya mayor.

Que paradoja.

La residencia que tiraron abajo de un hombre en la década del 50´ tenía en sus paredes fotos de ese mismo hombre pero de la década del 70´.

Ninguna fuerza es tan fuerte como para acabar con un movimiento, ni con bombas, ni desaparecidos, ni matando compañeros.

Y el Peronismo vuelve. Siempre vuelve.

Pero esta idea romántica del movimiento tiene que estar acompañada por una conducción que esté a la altura de los hechos. “El peronismo anhela la unidad nacional y no la lucha. Desea héroes, pero no mártires.” Es una de las verdades peronistas escrita el 17 de octubre de 1950. Con el paso del tiempo se resignificó como si hablara de la lucha armada setentista, pero al ser escrito un cuarto de siglo antes probablemente se refería a la lucha de clases y a dejar la figura del sacrificio del trabajador, para buscar el bien común.

Amparados en esa frase muchos dirigentes prefieren hacer la plancha así evitar un estallido que dicen no beneficiar a nadie. Pero que se da de igual manera por su inacción. Porque es cierto que el peronismo vuelve pero no por eso hay que esperar a que ocurra por arte de magia. 

Cómo le explican al jubilado que hoy no tiene para comer que se quede tranquilo que en un futuro volverá el peronismo. Para soñar con un futuro hay que comenzar a resolver el presente. Evita decía que cuando veía un pobre no le dolía sino que sentía bronca porque ella creía que tenía que ser parte de la solución.

Por la noche de este sábado volvía por la Av. 9 de Julio y ví las luces apagadas del mural de Evita en el Ministerio de Obras Públicas. Primero pensé que era una muestra de época, igual que la del Café con Perón, de borrar todo lo que sea peronista. Pero recordando su frase es posible que sea para mejor, no es para que nosotros no veamos a Evita sino para que ella no vea en lo que se convirtió la conducción del peronismo.