Si pregunto qué es el peronismo, cada uno tiene una acepción diferente. Sin embargo, esto se resignifica en la actualidad donde su mascarón de proa, el PJ, cruje continuamente en este contexto auto provocado.
Solito se encargó de encarar un proceso rápido de destrucción.
Dejando el peronismo de lado y metiéndonos en el pejotismo hemos visto victorias abrumadoras hasta no hace mucho, e incluso comunas enteras de secciones electorales que se gana sólo “con la camiseta”.
Ante esta realidad estan las derrotas históricas de provincias, sin embargo el año puede terminar connuna sonrisa agridulce.
La consultora Sentimientoa Públicos indicó hace unas semanas que el peronismo pierde en Provincia si va separado (aun sin la eventual fusión de LLA y el Pro), pero que si va unido le gana a cualquier otro frente.
Es decir, ganar o perder dependen de Axel y Cristina.
Las principales consultoras indican que quien más chance tiene de ganar en la Ciudad de Buenos Aires el domingo es Leandro Santoro, candidato del PJ.
Es decir, el PJ puede terminar el año obteniendo el primer lugar en los dos distritos más importantes del país incluyendo la esquiva Ciudad Autónoma.
Nada mal para un partido estallado.
Es agridulce porque se vota legisladores y aunque sean los lugares de mayor número de electores es difícil que se traduzca a obtener la victoria en dos años, las importantes. Incluso veremos la suerte del partido porteño en octubre. El único sello justicialista del país que da segundas oportunidades a sus dirigentes tras una derrota.
El PRO tuvo un desempeño pauperrimo en las elecciones que se dieron hasta el momento y pinta para ser la decepción del domingo.
¿El león se comió su primera presa?
En el acto de cierre de campaña Milei dijo que en estas elecciones busca ponerle el último clavo del ataúd al kirchnerismo y comenzar con el del macrismo. No será al revés?
Final abierto para lo que hará el vengativo calabrés que supo presidir Boca Juniors.
La gente no vota gestión, es imposible que triunfen los oficialismos en este momento. Se vota por emociones, y cuando todo parecía que se definía por los nombres propios.
El electotado vota al sello, aquel que le da una certeza en este mar de incertidumbre de la novedad libertaria.
Por eso se afianza a lo conocido, sin reconocerlo, pero con temo a seguir perdiendo.
Cómo dicen en el Eternauta, “lo viejo funciona”.
Como el Cid Campeador, el PJ gana batallas aun estando muerto.







