La política Argentina, hoy más que nunca, está marcada por el teorema de Baglini.
Así bautizó Horacio Verbitsky a un concepto que sostiene que el grado de responsabilidad de las propuestas de un partido o dirigente político es directamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder. Fue enunciado en 1986 por Raúl Baglini, entonces diputado de la Unión Cívica Radical.
Esto quiere decir que cuanto más lejos se está del poder, más irresponsables son los enunciados políticos; cuanto más cerca, más sensatos y razonables se vuelven.
Javier Milei hizo una serie de promesas que suscribió en su plataforma electoral de las cuales no tiene el tiempo necesario para desdecirse. Los vouchers educativos, dinamitar el Central, o la dolarización son ejemplos de ello.
Parece que fue ayer cuando el peluca prometía eso, pero fue cuando aún no estaba el resultado de las PASO.
Previo a eso un grupo económico liderado por Eurnekian lo sacó a la cancha, los medios cambiemitas formaron al monstruo y el massismo lo infló. El discurso se mantenía.
Hasta último momento se especuló con que lo de Milei era una farsa electoral que tras las primarias iba a darle sus puntos al vencedor de Juntos por el Cambio para ganar en primera vuelta. Sin embargo, su embestida contra Larreta hizo creer que eran votos residuales de Bullrich quien lo invitó a bajarse para “no hacerle el juego al kirchnerismo” y que ella recepcione ese voto opositor.
Sin embargo, aquel domingo de agosto cambió todo. Socarronamente los libertarios le pedían a Bullrich que “no le haga el juego al kirchnerismo” y que se baje ella para que Javier Gerardo gane en primera vuelta.
Los medios, a los que no se les erizó ni un poro, cuando escucharon que en un mundo del libre mercado había que dejar que quien lo desee (trampa semántica que disfraza a quien no tenga para comer) venda un órgano comenzaron a tener miedo de que un tipo que hablaba con su perro muerto sea Presidente.
Barrionuevo pasó de Wado de Pedro a apoyar a Mieli en días y sin escalas. Varios economistas liberales de la década del ´90 se acercaron al ganador de las PASO al punto que el de la idea de quemar el Central ponderó a Cavallo como mejor ministro de la historia.
El domingo será el primer debate presidencial, es muy probable que Massa apunte todos sus dardos a Milei. Que por el lado de Bullrich se intente polarizar con el ministro de economía siendo que es negocio para ella polemizar con el candidato oficialista para lograr colarse en un balotaje.
La ex montonera quedó huérfana de liderazgo en su espacio, cuando a las claras Macri no la apoya. Similar es la realidad de Massa, que con gran audacia logró hacer lo que mejor hace: crear escenarios. Es capaz de mostrarte cómo va a ser la partida de ajedrez y que pieza se va a tener que jugar en cada turno, sin siquiera mover el primer peón.
Uno escucha que dicen: “en el círculo de Massa están confiados de que Morales lo acompañará porque Milei odia a los radicales, dijo una vez que a un maniquí le puso una careta de Alfonsín y lo cagó a trompadas, ningún radical lo va a votar” Y ponen la óptica sobre la oposición como si no fuesen funcionales al poder, como si por no votarlo al otro lo van a votar a él… y la verdad es que aun ni llegó al balotaje.
Por otro lado, lo mejor para Milagros va a terminar siendo que gane Milei, el único que no es amigo del gobernador que la puso presa.
En ese aspecto es valorable lo de Massa que también está huérfano de liderazgo en un Frente de Todos vacío y vaciado donde Alberto fue menos aún, que las míseras esperanzas que uno podía guardar en él. Y Cristina fue mucho menos de lo que supo ser, dinamitando su capital político en manos de personas de 50 años que no aprendieron cómo ganar elecciones. La Cámpora será la Cámpora en tanto esté Cristina.
Milei pasó de hablar de la compra de dólares a comprarse un discurso porque no lo tiene, como decía Baglini, quien entre otras cosas participó de la negociación del «megacanje» de la deuda externa apoyando la iniciativa del presidente Fernando de la Rúa, cuando se acerca la hora de la verdad comienza la mesura.
Como Ícaro que por pretender ascender tanto se le derritieron las alas.