Para conmemorar el 173° aniversario de su Paso a la Inmortalidad, el Instituto Nacional Sanmartiniano realizará un responso, y como todos los 17 de agosto recordamos al padre de la patria.
José Francisco de San Martín nació el 25 de febrero de 1778 en Yapeyú, que en la actualidad forma parte de la provincia de Corrientes. Hijo del capitán don Juan de San Martín y de doña Gregoria Matorras del Ser, vivió en Yapeyú que era la capital de uno de los cuatro departamentos en que habían sido agrupados los treinta pueblos de las misiones guaraníticas donde su padre ejerció las funciones de teniente gobernador hasta 1775. En 1781 su familia se radicó en Buenos Aires y dos años después emprendió viaje a España arribando al puerto de Cádiz en marzo de 1784.
José de San Martín se incorporó en 1789 como cadete al Regimiento de Murcia del arma de infantería y mientras formó parte del ejército español combatió inicialmente en África contra los moros y en las guerras sostenidas con Francia, Inglaterra y Portugal. Esto determinó su participación en treinta y una acciones bélicas, siendo una de ellas el combate de Arjonilla. Por su actuación en batalla de Bailén donde resultaron batidas las legiones invasoras del emperador Napoleón I, fue ascendido al grado de teniente coronel y condecorado con medalla de oro. Por este tiempo, pasó a ser oficial de caballería hasta que en 1811 se retiró del ejército real para trasladarse a Londres, esperando concretar su propósito de regresar a América.
San Martín y otros rioplatenses desembarcaron el 9 de marzo de 1812 en Buenos Aires, para contribuir a la independencia de los pueblos. A poco de su llegada, el Triunvirato le confió la organización de un escuadrón de caballería que luego se transformó en el Regimiento de Granaderos a Caballo. Mientras instruía a su ejército, contrajo matrimonio con María de los Remedios de Escalada y el 7 de diciembre de 1812 fue nombrado coronel del flamante regimiento.
El 3 de febrero de 1813, San Martín obtuvo su primera victoria al frente de 120 granaderos, tras derrotar en la batalla de San Lorenzo al ejercito español en un combate que duró tan solo quince minutos. Luego de las derrotas sufridas por el Ejército del Norte a cargo del general Manuel Belgrano en el Alto Perú (actual Bolivia) en Vilcapugio y Ayohuma, el gobierno de Buenos Aires decidió socorrerlas con el envío de refuerzos al mando del coronel San Martín. Este asumió el mando del Ejército del Norte el 29 de enero de 1814, tras disponerse el relevo del general Belgrano.
El 10 de agosto de 1814, el director supremo Gervasio Antonio de Posadas designó a San Martín gobernador intendente de la Provincia de Cuyo con jurisdicción sobre las provincias de Mendoza, San Juan y San Luis. A los dos meses de asumir el cargo, sucumbió el régimen independentista de Chile a manos de las tropas represoras enviadas por el virrey del Perú. Esto determinó que el Libertador replantease su plan de acción militar, optando por la estrategia de atravesar la cordillera de los Andes. El plan continental sanmartiniano fue aprobado por el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata poco después de haber declarado estas su independencia el 9 de julio de 1816.
Tras concluir la preparación del Ejército de los Andes, a mediados de enero de 1817 se inició el cruce de la cordillera venciendo al ejército realista el 12 de febrero en la batalla de Chacabuco. Esta victoria les dejó libre el camino de Santiago, la capital de la antigua Capitanía General o Reino de Chile. Las tropas realistas que aún permanecían en el sur de Chile fueron reforzadas desde el Perú e iniciaron un avance sobre Santiago. En la noche del 19 de marzo de 1818 lograron sorprender en Cancha Rayada al rioplatense, que se dispersó parcialmente. San Martín rehízo sus efectivos y el 5 de abril siguiente obtuvo un gran triunfo en la batalla de Maipú.
Asegurada la independencia de Chile, San Martín organizó el Ejército Libertador del Perú. La expedición, que partió el 20 de agosto de 1820, desembarcó el 7 del mes siguiente en la bahía de Paracas donde inició su campaña que culminó el 10 de julio de 1821 con su entrada triunfal en Lima proclamando la Independencia el 28 de ese mes en la Plaza Mayor de Lima. San Martín ejerció funciones de gobierno con el título de Protector de la Libertad del Perú hasta que en julio de 1822 después de entrevistarse con el general Simón Bolívar en la ciudad ecuatoriana de Guayaquil decidió renunciar a su cargo.
El 4 de diciembre de 1823, San Martín llegó a Buenos Aires y por pocos días se hospedó en una quinta de la familia Escalada ubicada en el antiguo partido de San José de Flores (ahora Parque de los Patricios). Con posterioridad resolvió trasladarse a Europa para darle una mejor educación a su hija, partiendo de Buenos Aires el 10 de febrero de 1824. Mientras su hija Mercedes continuaba sus estudios en Bruselas, quiso retornar a Buenos Aires para atender sus asuntos personales embarcándose a fines de 1828. Pero al enterarse en Río de Janeiro del movimiento revolucionario iniciado en Buenos Aires por el general Juan Lavalle y del posterior fusilamiento del coronel Manuel Dorrego, optó por no desembarcar en la capital porteña y hacerlo en Montevideo. El 17 de abril se marchó de Montevideo para regresar a Bruselas pasando previamente por Inglaterra y Francia.
San Martín y su hija dejaron Bruselas y a fines de 1830 se instalaron en París. El 13 de diciembre de 1832, la hija del Libertador contrajo matrimonio con Mariano Balcarce. En 1834 adquirió una vivienda en Grand Bourg que habitó hasta 1848 con su hija, su yerno y sus nietas. Ese mismo año se trasladó a Boulogne-sur-Mer para estar más cerca de Gran Bretaña, temiendo una posible partida por causa de la gran agitación reinante en Francia. Allí falleció don José de San Martín en la tarde del 17 de agosto de 1850 acompañado por su hija Mercedes, su yerno Mariano Balcarce, sus nietas, el representante de Chile en Francia don Francisco Javier Rosales y el doctor Jordán, quien lo asistió como médico. En 1880, sus restos fueron trasladados desde Francia a Buenos Aires para ser depositados en el mausoleo que al efecto se erigió en la Catedral donde es custodiado por una guardia del ejército que él mismo creo.
A continuación, transcribimos algunos párrafos de la última carta que San Martín le escribió a Rosas el 2 de noviembre de 1848. «Mi respetable general y amigo: A pesar de la distancia que me separa de nuestra patria, usted me hará la justicia de creer que sus triunfos son un gran consuelo a mi achacosa vejez. Así es que he tenido una verdadera satisfacción al saber el levantamiento del injusto bloqueo con que nos hostilizaban las dos primeras naciones de Europa; esta satisfacción es tanto más completa cuanto el honor del país, no ha tenido nada que sufrir, y por el contrario presenta a todos los nuevos Estados Americanos, un modelo que seguir y más cuando éste está apoyado en la justicia».
En otro pasaje menciona los sucesos por los cuales debió mudarse a Boulogne-sur- Mer: «Para evitar el que mi familia volviese a presenciar las trágicas escenas que desde la revolución de febrero se han sucedido en París, resolví transportarla a este punto, y esperar en él, no el término de una revolución cuyas consecuencias y duración no hay precisión humana capaz de calcular sus resultados, no sólo en Francia, sino en el resto de la Europa; en su consecuencia, mi resolución es el de ver si el gobierno que va a establecerse según la nueva constitución de este país ofrece algunas garantías de orden para regresar a mi retiro campestre, y en el caso contrario, es decir, el de una guerra civil (que es lo más probable), pasar a Inglaterra, y desde este punto tomar un partido definitivo».
También describe cuáles son las causas que ocasionaron el malestar en Europa: «En cuanto a la situación de este viejo continente, es menester no hacerse la menor ilusión: la verdadera contienda que divide a su población es puramente social; en una palabra, la del que nada tiene, tratar de despojar al que le posee; calcule lo que arroja de sí un tal principio, infiltrado en la gran masa del bajo pueblo, por las predicaciones diarias de los clubs y la lectura de miles de panfletos; si a estas ideas se agrega la miseria espantosa de millones de proletarios, agravada en el día con la paralización de la industria, el retiro de los capitales en vista de un porvenir incierto, la probabilidad de una guerra civil por el choque de las ideas y partidos, y, en conclusión, la de una bancarrota nacional visto el déficit de cerca de 400 millones en este año, y otros tantos en el entrante: éste es el verdadero estado de la Francia y casi del resto de la Europa, con la excepción de Inglaterra, Rusia y Suecia, que hasta el día siguen manteniendo su orden interior».
Por último, le agradece su noble actitud hacia su persona y reconoce su delicada situación de salud: «Un millar de agradecimientos, mi apreciable general, por la honrosa memoria que hace usted de este viejo patriota en su mensaje último a la Legislatura de la provincia; mi filosofía no llega al grado de ser indiferente a la aprobación de mi conducta por los hombres de bien. Esta es la última carta que será escrita de mi mano; atacado después de tres años de cataratas, en el día apenas puedo ver lo que escribo, y lo hago con indecible trabajo; me resta la esperanza de recuperar mi vista en el próximo verano en que pienso hacerme hacer la operación á los ojos. Si los resultados no corresponden a mis esperanzas, aun me resta el cuerpo de reserva, la resignación y los cuidados y esmeros de mi familia. Que goce usted la mejor salud, que el acierto presida en todo lo que emprenda, son los votos de este su apasionado amigo y compatriota».