NADA DE CORAZONES*

Julián no fue la excepción -como todos los otros chicos con los que salí antes que él-, no entendió porque en nuestra primera cita me puse como me puse cuando refiriéndose a mí dijo: «Corazón, ¿dónde querés ir?”. Casi a los gritos le pedí que no me llamara así, que tenía un nombre: Paula. Se lo dije cuando nos conocimos en el baile que hizo mi prima Ana para festejar su cumpleaños .

Y cuando le explico esto tan exaltada estoy que dice: «¿Qué bicho te picó corazón?»

-«Otra vez, Julián» lo increpo mal, y el muy inocente pregunta : ”Y qué tiene de malo decirte corazón, es algo cariñoso, no veo porque te pones así»

-«¿Así cómo?» replicó yo.

-«Como loca nena, lo único que puedo pensar es que el otro te decía así «.

-«No pensés Julián, nadie puede llamarme así, ¿entendiste? Ni vos, ni ninguno.»

-«Vos estás chiflada».

-«Puede ser, pero no quiero verte más».

Y ahí nomás lo dejé plantado, nunca mejor dicho porque estábamos en una plaza .

Pobre Julián parece que le gustan las chifladas o habrá quedado sorprendido y quiso saber más, porque al sábado siguiente de la primera cita me mandó un whatsapp. Como no respondí, me envió un mensaje de voz ( la verdad que no me había percatado que tiene una voz muy clara de locutor) y ante la falta de respuesta me llamó al celular para saber cómo estaba.

Con ganas de pocos amigos ante la insistencia lo atendí y le dije que estaba muy bien, que aún no me habían internado en el manicomio. Yo había quedado resentida por lo de loca y chiflada, y me sorprendió su llamado si ni siquiera nos habíamos besado.

Salimos el domingo, Julián se mostró comprensivo, quería saber porqué me disgustó tanto su trato amoroso.

Él no sabía lo que le esperaba.Y yo tampoco.

Comencé a contarle la historia que conmovió a mi familia el siglo pasado cuando la bisabuela Verona, a lo que me interrumpió: «dirás Verónica». Y tuve que aclarar “no, Verónica era antes de que apareciera en su vida aquel personaje tenebroso del que se enamoró perdidamente”.

El tipo era muy buen mozo por lo que cuentan, no hay ninguna foto para confirmarlo, y la sedujo con artilugios de mago. Aún no te dije que ese hombre llegó al pueblo con el circo, haciendo su espectáculo de magia.

La bisabuela llevó a sus dos hijos pequeños, uno de ellos era mi abuelito Mario.

Durante la función el mago solicitó que alguien de la sala colaborará con un truco y la bisabuela subió decidida al escenario.

Mi abuelo me contaba que cuando bajó ya no era la misma, y que él recuerda que ese hombre malvado llamaba corazón a los adultos que cooperaban con su magia y corazoncito si eran chicos los que lo ayudaban. Y que desde entonces a su madre se le pegaron esas palabritas y ya no los llamaba por su nombre sino que eran corazoncitos o corazones.

Muchas veces su madre volvió al circo con él y su hermano Pedro, mi tío abuelo que aún vive pero no quiere ni oír hablar de esta historia.

Y un día el circo se fue del pueblo y  también la bisabuela como ayudante del mago.

Fermín, mi bisabuelo, prohibió la palabra corazón y que se nombrará a su esposa.

Aquel día sentó a sus niños uno en cada pierna y les contó que a partir de entonces su mamá era Verona la novia de Drácula, porque ese mago era un vampiro y ella fue mordida por él convirtiéndose también en vampiresa, ella se fue para no lastimarlos. 

Mi abuelo y Pedro creyeron esa historia. Durante su infancia soñaban con murciélagos y despertaban alterados. 

Una vez estando en la iglesia un murciélago entró por el campanario, todos salieron asustados menos los chicos que a los gritos llamaban a su mamá y pedían que no los lastimase. Desde entonces esperaron verla volver transformada en mariposa, porque no podían imaginarla murciélaga. Pero ella nunca regresó .

-«Julián, ¿me entendés ahora?» le pregunté.

Él tenía su cara entre las manos, estaba llorando 

Y en un susurro me dijo: «Cuando nos conocimos bailamos mucho y hablamos poco.”

-«Y que tiene que ver lo que me decís con tus lágrimas y esta historia?

-«Que no te dije algo importante… corazón. Yo soy mago y trabajo en un circo».

No contesté nada, nunca creí que yo fuera capaz de correr tan deprisa.

*Por Susana Martino.