La homeostasis, o el arte del equilibrio

Un casi poético término médico para referirse al equilibrio, la regulación; los mecanismos comprometidos en recuperar el mejor estado de confort. De éstas y muchas otras formas nos podemos referir a la homeostasis.

Disponemos, por mandato genético, pero también por ese misterio que sigue imponiéndonos la vida, de una serie de mecanismos compensadores autogestionados que nos facilitan una confortable realidad. Mas allá de todas aquellas otras construcciones de nuestra cultura, como la economía desigual , la alimentación inadecuada, el estrés, las autoexigencias, y todos los vicios adquiridos, antinaturales, en aras de un modelo de confort tópico, que tantas veces nos abocan a una vida displacentera.

Entre muchas otras funciones aún no muy bien conocidas, quiero destacar el mundo de los neurotransmisores. Descriptos por primera vez por Otto Loewi y posteriormente clasificados y nombrados hasta en doce tipos (hasta el presente), que intervienen regulando desde el dolor hasta el sueño; se sigue especulando que apenas estamos en los umbrales de un universo que nada tiene que envidiarle al misterio del cosmos, que tanto nos seduce.

Estas sustancias químicas encargadas de la transmisión de mensajes entre la constelación de redes neuronales y sus eferentes, no solamente se particularizan por sus distintas estructuras iónicas, sino que sus acciones están estrechamente emparentadas con los receptores, y de ellos dependerá en gran medida el efecto de los primeros. Es decir transmisores y receptores conforman una unidad funcional indisoluble.

Las endorfinas son neurotransmisores opiodes muy relacionadas a los estados del bienestar, de hecho, así fueron denominadas: “las drogas de la felicidad”.

Por ahora siguen catalogadas como péptidos opioides, y no se les ha encontrado correlación con ningún elemento fitoterapéutico (que no sea el tan temido y denostado opio, que tantas guerras y conquistas supuso) que, desde la naturaleza, nos aporte, como el cánnabis, un complemento de ayuda para soportar mejor los desajustes que nos provocamos, en este vivir alienado en el que estamos empeñados. Aunque si se verifica su vínculo con los deportes, es decir que el trabajo muscular, el esfuerzo y consabido “sufrimiento”, serían un estímulo para su producción.

Sigmund Freud se refería al placer como la ausencia de dolor, es decir que cualquier acto que sea capaz de provocarlo nos alejará del estado confortable; y desde caminar hasta la postura de dormir son posiciones antifisiológicas y, por ende, pasibles de provocarlo. Ante esto reaccionan los mecanismos endorfínicos y cannabinoides.

Los receptores endocannabinoides, en cambio, han seguido un proceso de descubrimiento contrario. Es decir que, en el descubrimiento de su presencia en nuestro organismo, estos receptores sensibles a la estructura molecular del Cannabis Sativa, sugieren la existencia de péptidos cannábicos autógenos, aunque aún no se haya demostrado esta hipótesis.

Probablemente por especialísimos intereses que una de las industrias que mayor capitalización, y mercantilismo, no se han obtenido ni se investigan, mayores avances en este tema; y tiene con la venta de “fármacos para todo”, hasta para la felicidad enlatada misma, sus pingües ganancias.

Si termináramos verificando esta hipótesis, muchas cosas cambiarán en la búsqueda del equilibrio, y la buena calidad de vida; que, paradojalmente tanto nos empeñamos en dinamitar con nuestras emociones descontroladas; nuestro individualismo exacerbado, y ese afán por la eterna juventud y la inmortalidad.

 

La ciencia no solo no ha escapado a los efectos nocivos de los modelos de vida que se imponen, capitalismo, neoliberalismo, sociedades de consumo ilimitado, de ocio infinito (solo para unos pocos, y de goce para la gran mayoría), etcétera…, sino que se han convertido en defensoras de ellos, avalando con su investigación antiética su propuesta filosófica.

No es difícil, entonces, concluir en la descalificación y desprestigio en el que incurren con respecto a cualquier avance en calidad de vida que se busque por medios más naturales y sostenibles; excluyéndolas de su participación en ese objetivo.

Han terminado, finalmente, en  constituirse garantes y cuidadores del sistema. Y sus representantes, los médicos en este caso, en meros dispensadores de sus productos, olvidando el lugar del “arte de curar” para el que fueron convocados; arte que pasó a ser, actualmente, en apenas un restaurador de desequilibrios, y devolver a la trituradora del sistema a los individuos desajustados.

No nos puede asombrar esto, ya que, en todos los ámbitos, desde la religión hasta la más sofisticada tecnología, sus portavoces sean curas o ingenieros, han terminado rindiendo convicciones y principios por “hacer los deberes” dictados por el poder hegemónico.

Así que se tratará, en el tema del que nos estamos ocupando, de recuperar la autonomía y la consciencia de lo fisiológico, abandonando un poco el sometimiento a la cultura dominante, “civilizada”; por lo menos a esta cultura del consumo, la comodidad, y el espejismo de eternidad que nos quieren vender. 

Dr. Carlos Nieto

Oga Cultura y Transformación