¿DÓNDE ESTÁ EL PILOTO?

“Educar al soberano” es sin lugar a dudas una de las frases más replicadas de Domingo Faustino Sarmiento. ¿Existe una mentira más grande?

Conocemos lo que escribió el autor del Facundo, sabemos que habló de no ahorrar sangre de gauchos… pero esta editorial no va por el lado de hacer un revisionismo histórico sino utiliza esa frase como punta de lanza. Lo de educar al soberano es bien actual.

¿Es lo mismo saber que no saber? Claramente no. Hay cierta viveza detrás de esto…hacer creer que cuanta más información se le dé a alguien mayor poder va a tener. Como consecuencia si no tenés poder es porque no sabes, de allí la gori frase que reza “el peronismo prefiere un pueblo ignorante para que lo sigan votando”. Hablemos de política, hablemos de la actualidad argentina. Le pido que por unos segundos nos alejemos de un lugar ético y pasemos a lo que sucede en las acciones.

Donde el poder se discute con poder, y no con manuales de Kapeluz.

Neustadt por ejemplo inventó a doña Rosa, lo patentó mejor dicho. Entonces explicaba a una supuesta persona que no entendía lo que realmente le convenía, porque el saber es poder.

¿Cuántas cosas ingratas para el pueblo se llevaron adelante usando consignas nobles? ¿Quién puede estar en contra del saber? Claro, lo dañino es el monopolio de la sapiencia… “aprendé a pensar como nosotros queremos que pienses”.

El soberano en un Estado no es el pueblo, en el sentido más real de la palabra el soberano es el mandatario. Ese que está, usando una expresión de moda, empoderado por sus votantes y no al revés. Un Presidente no pide gobernabilidad, ya la tiene desde el día que fue votado. ¿Votado por quién? Como si fuese un juego de palabras votado por la sociedad a la que otro mandatario le permitió votar.

Recordarán a Sergio Massa aprobando proyectos de Mauricio Macri, cuando el primero era legislador y el segundo Presidente. El Tigrense decía que si bien no le parecían bien las medidas le daba “gobernabilidad”. Pero nadie que gobierna sin estar sometido políticamente a otro, como es su definición, necesita que le den gobernabilidad.

El problema es si está sometido políticamente a otro.

Alberto Fernández esta última semana se opuso al ala kirchnerista del Gobierno en torno al tema Venezuela. Que quiere decir esto, que después de volcarse al grupo de Puebla (bien o mal), que en una videoconferencia con el presidente mexicano López Obrador dijo que extrañaba a Néstor, a Correa, a Chávez; que podía tender puentes con un aliado de Rusia en vísperas a una posible vacuna contra la peste que afrontamos en el mundo… Ahora mandó a votar en favor de que en Venezuela se violan los derechos.

Esto redactado por la ex mandataria del país trasandino en el cual te disparan a los ojos por reclamar. Por eso, mejor mirar para otro lado.

Apoyar a Maduro también le podría generar un malestar interno, bien podría haber ido por la abstención como hizo el Gobierno de México. Con la excusa de no ser partícipe del intervencionismo propuesto y que como país soberano no podía votar ni a favor ni en contra.

Pero no, decidió obedecer al Alberto Fernández de hace algunos años. Ese que criticaba duramente a Venezuela, el mismo que ni siquiera era medido por las consultoras.

Si llegó a Presidente fue por los votos prestados de todo el Peronismo. ¿Cuál es la razón para no legitimar en acciones lo que el soberano te dio en votos? A menos que se haya legitimado el apoyo del soberano con su accionar, sólo que el soberano no es el pueblo.

En ese caso, ¿Quién es el soberano?