EL MAGO DE VILLA LURO

El nombre Juan Baigorri ha quedado olvidado con el paso de los años, pero en su momento estuvo entre los titulares de muchos diarios argentinos. Este vecino creó “La máquina de hacer llover”.

Juan Baigorri nació en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, en 1891. Después de llegar a capital para estudiar en el colegio Nacional Buenos Aires viajó a Italia, específicamente a Milán dónde se recibió de ingeniero especializado en Geofísica.

Trabajó en diversas compañías de combustible, por lo cual recorrió varios países y realizó investigaciones sobre composición del suelo y exploración petrolífera. Construyó sus propios instrumentos para la detección de minerales y condiciones electromagnéticas de los suelos.

En 1926, mientras trabajaba en Bolivia en la búsqueda de minerales utilizando un aparato de su invención, notó algo curioso. Cuando conectaba el mecanismo y éste se ponía en funcionamiento, se producían lluvias ligeras que le impedían trabajar. “Me llamó la atención el fenómeno y consideré que esas pequeñas lluvias podrían ser originadas por la congestión electromagnética que la irradiación de mi máquina producía en la atmósfera”, dijo Baigorri.

Su invento comprendía una caja de dimensiones similares a la de un televisor de 20 pulgadas, que contenía una batería, cinco metales radioactivos y diversas sustancias químicas. Poseía dos circuitos: uno para provocar tornados y ciclones, y otro para lluvias intermitentes, «que solo yo puedo manejar», advertía el ingeniero. Coronaban el aparato dos antenas que representaban los polos positivo y negativo. Ellas eran las encargadas de enviar al cielo las emisiones electromagnéticas que provocaban la lluvia.

El gerente de Ferrocarril Central Argentino, Ronald McRae, lo desafió a que haga llover en Santiago del Estero, donde hacía años no caía ni una gota. Si Baigorri lo lograba Ferrocarriles Argentinos iban a costear sus próximas investigaciones.

En noviembre de 1938 viajó junto con un representante de la empresa, Hugo Miatello, a la localidad de Pinto a 300 km de la capital provincial. Según Miatello, cuando se encendió la máquina el viento cambió de dirección, se nubló y doce horas después se produjo un leve chaparrón. El ingeniero continuó desarrollando un dispositivo de mayor potencia, y el 22 de diciembre viajó a Santiago del Estero capital, donde el gobernador le facilitó una instalación para la máquina. Tras 55 horas de funcionamiento, cayeron 60 milímetros de lluvia en la capital. No había registros en años de tal magnitud de precipitaciones.

A su regreso a Buenos Aires, fue recibido con gran notoriedad, siendo apodado «el Júpiter moderno» o «el mago de Villa Luro» y realizando entrevistas en varios medios nacionales e internacionales. Incluso un ingeniero estadounidense le ofreció comprarle la patente, a lo que Baigorri se negó, asegurando: «soy argentino y quiero que mi invento beneficie a mi país».

Cabe destacar que si bien su primera residencia porteña fue en Caballito, había estudiado el suelo a lo largo de la Avenida Rivadavia y finalmente se mudó a Villa Luro porque era el punto más alto de la Ciudad.
Pero el invento generaba un gran descreimiento. De hecho, el titular de la Dirección de Meteorología, Alfredo Galmarini, calificó como “parodia” lo hecho por el inventor. Al parecer esa lluvia en Santiago ya estaba estipulada que iba a suceder desde hacía dos semanas.

Entonces Baigorri dio una nota el 27 de diciembre al diario Crítica, en donde se refirió al titular de Meteorología y con sorna le dijo que le dedicaba una lluvia el 2 de enero. De hecho, en esos días le hizo llegar un paraguas como burla.

Acá comienza una historia dantesca, muchas personas se acercaron a la casa del ingeniero en Villa Luro para pedirle que no haga llover el 2 de enero a la madrugada, porque arruinaría el regreso a sus casa de muchos familiares que el 1 de enero llegaron al barrio para festejar el comienzo de año.

La Dirección de Meteorología se cubrió y para esos días pronosticó «nubosidad variable, con probabilidad de chaparrones y tormentas eléctricas aisladas».

Finalmente el 3 de enero a la madrugada comenzó a caer la lluvia en la Ciudad. Muchos chicos se disfrazaron de Baigorri en el carnaval, algunas crónicas de la época dicen que los niños usaban una mochila sobre sus espaldas y un paraguas.

Por muchos años el diario Crítica y Noticias Gráficas titularon en sus notas “Como pronosticó Baigorri, hoy llovió”.

Tiempo más tarde, el Gobierno de Perón lo convocó y formó parte del Ministerio de Asuntos Técnicos. Pero estuvo poco ya que se negó a decir cómo se armaba el aparato que inventó. Cosa que hubiese sido de vital importancia para poder generar todas las lluvias necesarias en lugares con sequías.

Por ese motivo, en 1952 lo dejaron de convocar desde el Ministerio, Baigorri se recluyó en su casa de Villa Luro (Araujo y Ramón Falcón) que hoy ya no existe, y destruyó los planos de su máquina.

Eduardo Piacentini, del Servicio Meteorológico Nacional, considera que en el mejor de los casos el aparato de Baigorri podría ser capaz de detectar la lluvia pero no de provocarla.

Baigorri falleció en 1972 y el día que enterraron sus restos en el cementerio de Flores, obviamente llovió.